Muerte, mortalidad y esperanza de vida

 

Game over

Nada hay de momento que evite la muerte. La naturaleza nos impone el duelo cuando el destino pone fin al juego y ordena otro tipo de partida. Sin embargo, la idea de lo inevitable no nos impide vivir. El ser humano reflexiona desde antiguo sobre el tema, lo vemos en el arte y en la ciencia, sin que eso nos quite el buen humor por extraño que parezca, aunque a éste entonces lo llamemos negro.

Existen fórmulas para tratar el dolor y el absurdo vital. Las religiones institucionalizadas nacen seguro de esos miedos pero el final sigue ahí, a pesar de la fe y los parroquianos, así que los científicos, más prosaicos ellos, no dejan de investigar para decirnos con gran precisión cuál es la esperanza de vida, las causas de muerte o si la inmortalidad estará algún día a nuestro alcance.

La esperanza de vida es un indicador de salud poblacional que no ha dejado de crecer en las últimas décadas. A primeros del siglo XX la esperanza de vida de un español era de apenas 35 años. Eso no significa que lo normal entonces era morirse más o menos a esa edad, como a veces se dice. El valor en un año se calcula a partir de la mortalidad de las distintas edades y, por lo tanto, se ve afectado por las condiciones de vida de cada edad. Una mortalidad infantil muy elevada el año en cuestión puede incidir significativamente en el valor de la esperanza de vida, de ahí que reducir esa mortalidad haya sido clave en el aumento tan importante de ésta. En países con alto desarrollo humano el aumento es menos notable, aunque sigue habiendo diferencias entre sexos, países y regiones.

Mortalidad y Esperanza de vida

Recientemente se ha hablado de diferencias incluso por grupo de ingresos (la desigualdad sobre la esperanza de vida), pero comparar este indicador implica las condiciones de vida que tuvieron los adultos en el pasado, no sólo las actuales. En términos globales, la mortalidad infantil se ha reducido rápidamente también en las áreas más pobres, lo que sugiere que no hay una tendencia simple que relacione incrementos en desigualdad de ingresos con algo similar en la esperanza de vida, sino causas diversas que afectan a distintos segmentos de población.

Antes era más probable morirse antes, qué duda cabe. Lo que no sé es si nos moríamos mejor o peor. Los avances médicos permiten algo novedoso respecto al pasado: alargar el trance, hecho que no lo hace menos doloroso pero no deja de ser una prórroga de regalo. Frente a esta natural y más larga despedida, nos llaman la atención noticias sobre muerte digna y suicidios asistidos, como el de la joven holandesa que se ha dado a conocer estos días, aunque ocurriera en realidad hace un año. Las vías de escape siempre han existido pero hoy la difusión y los medios permiten además opinar sobre todo, incluida la vida (y la muerte) íntima de las personas.

Velando siempre por nuestro bien, las leyes aciertan unas veces y se equivocan otras, algo que el tiempo suele corregir. Entre las cosas que quizá existan en un futuro lejano estará eso que se llama inmortalidad, quién sabe, pero tampoco descartemos lo opuesto, algo como la cabina suicida de Futurama, que por el módico precio de 25 centavos permite al usuario elegir el tipo de despedida, sin más que presionar el botón adecuado: indolora, lenta, con motosierra…

FuturamaCabina2

El humor negro y la imaginación son buenos remedios contra lo inevitable y puestos a imaginar, si esta realidad es sólo un suceso de los muchos posibles que ocurren a la vez, como algunos científicos sostienen, entonces debe haber algún universo paralelo en el que ya habremos conseguido la inmortalidad. Y en tal caso, ¿por qué preocuparse en este universo? Alegren esas caras, pues, que el juego sigue, aunque sea en un mundo que no está en éste. Auguro mucho futuro a la idea del multiverso, si no como teoría científica, sí al menos como religión, mucho más consoladora y convincente que cualquiera de las que tenemos hoy.

URNAREDMientras llega a nosotros esa inmortalidad, conformémonos con las innovaciones que ayudan a los recuerdos. Tenemos ya opciones para todos los gustos, desde rituales consistentes en echar las cenizas en algún lugar simbólico para el ausente -con permiso de la autoridad- hasta convertirlas en joyas y plantas. Fórmulas que inventamos al fin y al cabo para tratar inútilmente de retenerlos en lo que una vez fue su mundo, aunque ya nunca más lo sea.

2 comentarios en “Muerte, mortalidad y esperanza de vida

  1. Magnífico post, como siempre. Especialmente clarificador en lo del cálculo de la esperanza de vida, porque yo era de los que no se explicaba cómo en la Edad Media podíamos durar tan poco como media.

    No creo en la inmortalidad, aunque sólo sea porque la propia vida fuerza la renovación de cada especie, de cada piedra. La permanencia en este mundo es tan antinatural como viajar al futuro. Ni tampoco creo que sea divertido. Imagine, sin ir más lejos, haber escuchado en el Congreso a Canalejas, a Cánovas, a Sagasta o a Salmerón y ahora oir a Rufián… como para «hacerse un Séneca».

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