Salud desigual y salud responsable

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En diferentes sitios y con distintos argumentos se trata de relacionar la esperanza de vida con la desigualdad de ingresos (1). La excusa de todo ideólogo intervencionista pasa en nuestros días por echar mano de la socorrida desigualdad. Si la hay y tiene repercusiones gravísimas en casi todo, ha de ser necesariamente culpa del Estado que tenemos, que no es lo suficientemente social y sobreprotector.

En realidad, este es otro de los muchos casos en los que verdades a medias, si es que no simples mentiras, se mezclan con la necesidad de justificar una mayor vuelta de tuerca de los gobiernos en forma de recortes de libertad -que no de gastos- y en definitiva, de imponer e inventar más impuestos. Que estas medidas, revestidas de buenas intenciones, se traduzcan al final en más desempleo y pobreza es algo que al buen intervencionista no le suele preocupar. Al contrario, ello le servirá para proponer nuevas intervenciones y regulaciones más adelante, hasta la ruina final del conjunto, tal y como algunos economistas pronosticaban hace más de 70 años (2).

El problema de la esperanza de vida según ingresos

La esperanza de vida según los ingresos de la población en un año dado (enfoque transversal) pierde de vista el pasado de cada generación, pudiendo ocurrir que se hayan movido de grupo de ingresos a lo largo de la vida, lo que hace dudosa la asignación de clase en el año del cálculo. Si, por el contrario, se quiere calcular la esperanza de vida de forma longitudinal, considerando todo el recorrido de la población de distintas edades y clases, entonces hay que asumir, no sólo la inmovilidad anterior de clase de ingresos, sino también que las condiciones de mortalidad en el pasado (por ejemplo, la mortalidad infantil en 1930) son una fuente de información relevante sobre el sistema de salud pública en el presente, algo más que dudoso, pero que es -no se olvide- lo que pretende el que menciona estas relaciones para proponer un mayor gasto sanitario en la actualidad.

Como se ve, ninguna de las dos opciones está libre de inconvenientes, por lo que es ocioso relacionar el indicador demográfico con asuntos de desigualdad, salvo que lo que se quiera añadir es simple confusión al cúmulo abundante de reivindicaciones oportunistas sin sentido.

Al margen de la desigualdad de ingresos, el gasto en sanidad y la esperanza de vida de los países se relacionan positivamente pero sólo hasta cierto punto. Más allá de él, subir el gasto no parece tener incidencia en la esperanza de vida; el gasto sólo es más gasto, que podrá servir para lo que se quiera, pero no tiene nada que ver con la mayor o menor esperanza de vida.

life-expectancy-vs-healthcare-expenditure

España, por cierto, es uno de los países con mayor esperanza de vida, manteniéndose desde hace tiempo en los primeros puestos de la clasificación a nivel mundial.

La mortalidad según ingresos

Lo que sí se puede relacionar con los ingresos es la incidencia de la mortalidad, pero en esto, antes de imputar a la sanidad pública alguna carencia, quizá convendría saber cuáles son los hábitos de la población según ingresos que tienen que ver con la salud y que sabemos afectan a la mortalidad.

La OMS menciona el tabaquismo y el consumo nocivo de alcohol como los dos factores de riesgo más importantes en países europeos y cita la inactividad o el sedentarismo como el cuarto factor con más incidencia sobre la mortalidad global. Ninguno de estos factores tiene que ver con el gasto sanitario sino con la responsabilidad individual y, curiosamente, los ingresos no se relacionan de forma positiva con el consumo de tabaco y alcohol sino más bien al revés.

Tabaquismo

FumadoresxActividad

Fumadoresxclase

Fuente: Encuesta Europea de Salud

I.Directores/as y gerentes de establecimientos de 10 o más asalariados/as y profesionales tradicionalmente asociados/as a licenciaturas universitarias.
II. Directores/as y gerentes de establecimientos de menos de 10 asalariados/as, profesionales tradicionalmente asociados/ as a diplomaturas universitarias y otros/as profesionales de apoyo técnico. Deportistas y artistas.
III. Ocupaciones intermedias y trabajadores/as por cuenta propia.
IV. Supervisores/as y trabajadores/as en ocupaciones técnicas cualificadas.
V. Trabajadores/as cualificados/as del sector primario y otros/as trabajadores/as semi-cualificados/as.
VI. Trabajadores/as no cualificados/as.

Consumo nocivo de alcohol

AlcoholxActividad

Alcoholxclase

Fuente: Encuesta Europea de Salud

Sedentarismo

SedentarismoxClase

EjercicioxClase

Fuente: Encuesta Europea de Salud

Muchas cosas pueden explicar estas diferencias (la libertad, las circunstancias, el empleo, la naturaleza de cada cuál…) lo que no se puede hacer es pasarlos por alto, ignorarlos por sistema, asumiendo que toda la responsabilidad de las diferencias en estado de salud según ingresos han de imputarse necesariamente a un gasto sanitario escaso o repartido de forma desigual.

Con la excusa de nuestra salud

Hay otros datos que nos dicen que el uso de la sanidad o una mayor cobertura no es lo único que influye en la salud de las personas.

En Estados Unidos, donde el seguro sanitario público está en expansión pero no es universal, se realizó un experimento sobre cómo afecta disponer de éste en el estado de salud de las personas con menos recursos (3). Los resultados mostraron que con el seguro público se registraba un mayor uso de los servicios de urgencias y de consultas médicas y se redujo la incidencia de la depresión durante los dos años en los que se hizo el seguimiento, pero no cambiaron otros datos relevantes del estado de salud tales como la presión arterial, el colesterol o el riesgo cardiovascular, una de las principales causas de muerte. Tampoco el seguro tuvo ningún efecto sobre el empleo o los ingresos de quienes tenían el seguro frente al grupo de control que carecía de él.

A igualdad de seguro sanitario son muchas las variables genéticas y ambientales, pasadas y presentes, que influyen en el estado de salud y la esperanza de vida, pero parece haber menos interés en conocer esas causas que en aumentar el gasto sanitario y de paso, si es posible, alejar cualquier sombra de duda sobre la particular responsabilidad de cada uno. Sin embargo, cualquier asociación entre gasto sanitario y estado de salud debería tener esto en cuenta, dado que toda medida de gasto público implica quitar recursos de donde se generan para ponerlos en otro, con el riesgo añadido de que resten potencial de crecimiento y no sirvan al final a sus pretendidos buenos objetivos sino sólo para el beneficio de colectivos concretos, que gobiernos intervencionistas promueven y estimulan.

NOTAS

(1) Algunos ejemplos: Un atlas de mortalidad muestra la brutal desigualdad norte-sur en EspañaGet Rich, Live Longer: The Ultimate Consequence of Income InequalitySalud desigual
(2) Crítica del intervencionismo: el mito de la tercera vía (1928-40), Ludwig von Mises
(3) The Oregon Health Insurance Experiment

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